sábado, 11 de agosto de 2012

Tardecitas en Merlo

Por Ezequiel Echeverría
ezequiel@la94sport.com


Corrían las primeras fechas del torneo de la "B" de 1987. Para nosotros, todos muy jóvenes, ir a transmitir de visitantes significaba toda una aventura. Aclaremos que por aquellos años ni soñábamos con un celular.
Deportivo Morón debía jugar con Merlo en el Parque San Martín. Imagínense que si hoy, en la "B" Nacional, el estadio "Charro" es de difícil acceso, hace 25 años había que tener coraje para emprender semejante aventura. Porque no era solamente ir y transmitir. La odisea comenzaba durante la semana en donde teníamos que acercarnos hasta la cancha como para ver en dónde colocaríamos la antena para que orientada hacia nuestra radio (a pasitos de la plaza de Morón), el sábados pudiéramos contarles a los hinchas del GALLO el partido.
Pero desprevenido lector le aclaro: no estoy hablando de una "antenita". Los técnicos que nos vendieron los equipos nos "enchufaron" un mamotreto de dos metros de largo por casi medio de alto, más el mástil. Para que tengan una idea, era como un tendedero de ropa de aluminio que sólo en mi 12 Break y con el portón abierto, podíamos acomodar.
Y allí fuimos hasta Merlo en la semana para probar el enlace... Hoy lo recuerdo, y con vergüenza ajena, la gente del barrio nos veía bajar con todos esos cachivaches a las tres de la tarde y con la cancha vacía.
Gentilmente nos abrieron y miraban asombrados cómo estos colifas empezaban a tirar alargues y cables y movían para acá y para allá ese "tendedero" de aluminio mientras otro hablaba y esperaba una respuesta desde el lejano Morón.
También es oportuno aclarar que como no existían los celulales y teléfono en la zona no había, con nuestro operador en la radio, habíamos combinado que a partir de las 15 aproximadamente, estuviera atento al receptor porque lo estaríamos llamando desde la cancha.
Así nos pasamos casi una hora en Merlo y sin respuesta desde la radio. Uno de nosotros tomó coraje y se subió al auto para buscar un teléfono para llamar a la radio a ver qué pasaba. Mientras tanto, quien escribe, ya hacía una hora que repetía como un loco: "...Dany, me escuchás? Estoy llegando? Contestame algo carajo!!!..."
Ya agotado y casi abatido, veo llegar mi Renault con mi compañero que había podido ubicar a nuestro receptor que literalmente se había olvidado de encender el equipo. Un boludo!!!
Pero luego de preguntar unas 2580 veces si me escuchaban, a lo lejos sentí una sinfonía para mis oídos: "...siiiì te escucho sucio, pero te recibo...".
Bueno, ahora que aunque sea estábamos comunicados, la historia pasaba por orientar la antena y tratar de mejorar la calidad de la señal.
La subimos a la tribuna. La bajamos. La llevamos al córner. La colgamos de un poste. Cada vez se escuchaba peor. Hasta que nos metimos debajo de la tribuna lateral (donde hoy está la platea) y la atamos con un alambre al alambrado perimetral. No me pregunten què misterio la tecnología nos tenía reservado ese momento, pero lo cierto es que nuestro tendedero de aluminio apoyado al alambrado de púa funcionaba mejor que en cualquier parte. "...Ese era el lugar...".
Ya muy cansados, y con las primeras sombras de tardecita, juntamos todos nuestros elementos y volvimos a casa.
La historia concluye que el sábado del partido, fuimos muy temprano; no fuera a ser que alguien osara ocupar nuestro lugar. Y transmitimos...
Ya ni me acuerdo cómo terminó el partido, pero les puedo asegurar que cuando escuché la grabación de nuestra odisea en Merlo, me dieron ganas de romper a patadas la antena, el equipo y lo que se me cruzara en ese momento. Diga que uno era muy joven y a los siete días el fútbol nos daría una revancha.

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